Daniel Maigné

RUGBY

16/12/2014 - 13/01/2015

Daniel Maigné nos presenta los campos de rugby: uno real, me encanta, por lo que siempre he luchado. Grandes vistas, pasamanos brillantes, algunas boinas negras. Estamos a 100.000 leguas, del Parc des Princes, de Arms Park, de Twickenham.

El artista ha concentrado su objetivo sobre todo en los jugadores, porque sentía que eran actores y maestros de la tragedia. Los jugadores de rugby lo sabían; en el coche, en los estrechos pasillos, las caras ya son serias, el stress los sofoca: rollos de esparadrapo, tubos de pomada y vitamina C, botellas de plástico que cubrían el suelo, la lucha se está gestando, la fiebre se eleva. Aquí no engañamos; las espectaculares cámaras de Canal + no vienen a trasformar la comedia en drama. Durante el calentamiento: ritos inmemorables que se repiten una y mil veces, al servicio de lo colectivo. No hay necesidad de himnos nacionales: sólo vestirse la camiseta es suficiente.

Y empieza el partido. Y esto es... “la guerra”: la refriega burbujeante, los cuerpos que encierran las manos que se agarran; donde el viento no tiene derecho a cruzar; un grito herido al abandonar los amigos, un ojo hinchado, el masajista que está atento, y el barro... el barro que se adhiere a las botas, con los rostros y colores rotos... el barro de esta tierra, que debemos defender con todas nuestras fuerzas. Es la antítesis de los deportes de salón.

Entonces el partido se acaba: la alegría es discreta, los protagonistas se dan la mano, los ganadores son humildes: y mañana?. El jugador de rugby sabe que nunca podrá controlar ese falso final, el capricho del viento, la última falta, un mal día, el mal de ojo... Ahora viene el tercer tiempo: un epifenómeno.

Mañana, vamos a leer el periódico y las caras ya son serias: los próximos adversarios también ganaron; se prepararán una semana para entrenar física y mentalmente. Domingo, 15 horas, de nuevo a la refriega, el barro, lucha... FIESTA.

JACQUES FOUROUX